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Crónicas de viajes

PARA ENCONTRAR AL CHARLATÁN

Por: Juan Manuel Zara

Publicado el 01 de abril de 2025

Comentarios: 3

Comunicación #2, visitas #562

Un recorrido por los calurosos bañados de Santa Fe, en pleno verano, buscando un ave migratoria que llega a Argentina desde Norteamérica.

Comunicación #2

Los observadores de aves hacemos a veces cosas que parecen inexplicables para los que no son observadores. Por ejemplo, ir hasta el norte de Santa Fe a principios de marzo, cuando todavía la temperatura a la sombra no baja de los 35°C, únicamente para ver un solo pajarito. Todo es humedad, todo se siente desagradable y pegajoso y todo se ve a través de una pátina ondulante de calor; y sin embargo un ave puede hacer que regresemos a casa contando esa experiencia como algo fantástico.

Ese paisaje en concreto a mí me encanta. Me lleva a las novelas de Juan José Saer. En las tierras bajas de las costas paranaenses de Santa Fe, prosperan bañados, islas y arrozales. Y eso lo convierte en el punto predilecto para la migración del Bobolink.

Cada año cientos y miles de aves llegan a la Argentina en migraciones que pueden llegar a cubrir todo el continente. Entre ellas —las que vienen desde Norteamérica escapando del invierno— se encuentran los Charlatanes (Dolichonyx oryzivorus), o Bobolinks, nombre simpático por el que lo conocen en inglés. Durante los meses de nuestro verano, visita bajos inundables del país y quizás uno de los mejores momentos para buscarlo sean las últimas semanas de febrero y las primeras de marzo.

No sólo porque los calores son ya menos intensos que en diciembre o enero, sino porque este pajarito hace largas paradas a la mitad de su viaje y no llega a la Argentina para mediados de la primavera, como hacen otros migrantes. Los registros de esta especie son más frecuentes a partir de enero. Pero hay además otra ventaja para buscarlo en esta época: los machos, preparados para el regreso, ya lucen su distintivo plumaje nupcial, como pude comprobarlo con mis propios ojos.

En marzo del 2024, con dos amigos, nos fuimos un fin de semana a la localidad santafecina de San Javier para conocer a estos Charlatanes. Seguíamos un punto preciso, no muy lejos del pueblo, en el que año a año se reporta la especie —figura en eBird como “Bañado Arundinicola”, quizás porque alguna vez se vio allí a la Lavandera (Arundinicola leucocephala)—. Los alrededores de la zona son tal vez el área más cercana a Buenos Aires en la que se ve al Charlatán regularmente.

En todo el paisaje abundan los terrenos inundables y las lagunas formadas a los costados de los caminos. Por no mencionar las costas del Paraná (el mejor río del mundo). No faltan, por lo tanto, especies relacionadas al agua como Caracoleros (Rostrhamus sociabilis), Garcita Azulada (Butorides striata), Martines Pescadores (de los tres tamaños; Megaceryle torquata, Chloroceryle americana y Chloroceryle amazona) o la Viudita Lomo Negro (Fluvicola albiventer), la reina de los humedales.

Y menos mal que aparecieron todos esos bichos, porque los Charlatanes nos hicieron esperar.

El primer día, los calores nos tuvieron medio aletargados. Además, a la ida nos dimos el lujo de parar en la ruta al costado de cada charquito de agua que encontrábamos. Esos puntos, pequeños oasis entre cultivos y zonas ganaderas, rebosan de biodiversidad. Llegamos a ver una familia de al menos diez Cardenales Copete Rojo (Paroaria coronata), la mayoría juveniles, aún con el copete anaranjado. Hubo también dos o tres individuos de Viudita Lomo Negro, un tiránido asociado a los ríos, similar a la Lavandera y más o menos igual de pequeña. Aprovecha los cuerpos de agua para alimentarse de insectos. Suele andar entre ramas de árboles y arbustos que caen cerca del agua. Asoma, se esconde y, después, vuelve a salir más abajo, para “pescar bichitos”.

Pude verla cazar de otras dos formas. Una de las estrategias es “pescar a lo Martín Pescador”. Esto es, sobrevolar el agua, rasante, para levantar presas. Cuando hace esto es muy fácil de ver porque, con su combinación de blanco y negro, no es un bicho que pase particularmente desapercibido. El otro método que las vi usando para alimentarse es el de las Dormilonas (Muscisaxicola sp.) o el del Picabuey (Machetornis rixosa) —otros dos tiránidos—. Se para sobre plantas flotantes, como Repollito o Hydrocotile, y forrajea como si lo estuviera haciendo sobre el suelo.

Para el segundo día arrancamos tarde, puesto que llovió toda la mañana. No quisimos arriesgarnos a los caminos de barro y preferimos recorrer los alrededores de San Javier, en busca de un lugar accesible para ver aves en general. Aprovechamos y arrancamos la búsqueda por las orillas del Paraná. Por supuesto que ahí no iba a haber Charlatanes, pero nos deleitamos mirando una familia numerosa de Martines Pescadores Medianos (Chloroceryle amazona).

Eran aproximadamente cinco individuos. Todos andando juntos. Nos pareció mucho para un animal que, en todo caso, sólo se ve en parejas. Antes habíamos visto pasar por encima nuestro un Martín Pescador Grande (Megaceryle torquata). Ése había seguido de largo. Los Medianos andaban nomás por una zona al final de un sendero, donde el río se abría y se cruzaba con otro brazo, formando una especie de laguna.

Entre todos los individuos, la mayoría tenía el plumaje propio de las hembras. Las hembras y los machos se diferencian porque estos últimos tienen un collar naranja, mientras que las hembras tienen un collar verde incompleto. Pero es muy posible que no fueran necesariamente hembras, sino juveniles de cualquier sexo. Al menos uno andaba pidiéndole comida a un macho adulto. El presunto padre lo dejó con un pescado que era tan largo como su pico y se fue.

Es increíble la versatilidad de estos bichos a la hora de cazar. Registramos al menos tres métodos distintos. Únicamente el macho adulto halconeaba sobre el agua. Las hembras y los juveniles intercalaban la pesca desde una percha con vuelos rasantes sobre el agua. En el primer caso tenían menos éxito que en el segundo. Cuando por fin levantaban algún pez, si éste les daba batalla, lo estampaban contra las ramas.

Ahora bien: aunque nunca me aburra de todos estos bichos ni de los humedales, no habíamos hecho más de 600 km solamente por ellos.

Recién el tercer día —nuestra última oportunidad— pudimos ver a los Charlatanes.

Primero vimos uno solo, aislado. Un macho ya pintado. Posado en un alambre junto a un Pecho Colorado (Leistes supersiliaris). Estuvo cantando un rato y después voló hacia un pajonal. ¡Ahí vimos que había alrededor de treinta! Más tarde, fuimos encontrando otros grupos separados, en distintos manchones de hierba alta, donde había muchos más —hasta casi 100 individuos.

Aunque suelan usar arrozales, nosotros los vimos en un punto no cultivado. Los dos días anteriores buscamos en cultivos y no tuvimos suerte. Usaban pasto del género Coleataenia, o Paja de Techar. Hasta donde tengo entendido, es una gramínea típica de los pastizales en los bañados del Paraná. Los Charlatanes no se alimentaban de sus espigas sino que usaban esta planta sólo como percha y refugio. En su lugar, preferían alimentarse del suelo.

Son notablemente distintos de los Varilleros Congo (Chrysomus ruficapillus) —de los que habría en el mismo lugar alrededor de mil— y es imposible confundirlos. Aunque los machos ya se vean medio oscuros para esa época, en vuelo se le notan sus manchones blancos. Ya tenían incluso la nuca teñida, indicio de que estaban listos para volver al norte. Además, son mucho más pequeños que los otros. Las hembras, por su parte, son bien amarillas.

Por lo demás, su comportamiento es típico de los varilleros, aunque se mueven particularmente bajo. Casi no suben por encima del límite de la hierba, a no ser que tengan que desplazarse lejos, y no se exponen mucho. Buscan comida por el piso mientras un grupo se queda por encima, cantando y vigilando. Los que están abajo son prácticamente invisibles, salvo por pequeños saltos que dan para moverse.

Después, suben, se perchan, sacuden la cola como para equilibrarse y se acicalan. De repente pueden ser decenas los que levantan vuelo desde el suelo y se pierden entre el pajonal. Los Congos, en cambio, cuando descansan, lo hacen todos expuestos en lo alto de pastos y juncos.

Los Charlatanes también tienen un movimiento menos frenético que los otros. Cuando tienen que levantar vuelo, para ir de una mata de hierbas a otra, se dispersan un poco pero no dan vueltas. Rara vez llegan muy arriba. Inmediatamente bajan y la nube de Charlatanes desaparece en un nuevo pajonal.

Tampoco hacen mucho escándalo ante las amenazas. Cuando hay algún peligro, los que están forrajeando en el suelo dan un brinco y se refugian con el resto del grupo. Al menos eso hicieron cuando un Carancho (Caracara plancus) sobrevoló justo encima suyo. En el aire, los hombros blancos de los machos podrían llegar a confundirse con los hombros amarillos del Varillero Ala Amarilla (Agelasticus thilius), pero hay que notar que los Charlatanes tienen también rabadilla blanca.

En un momento, los Congos se habían dispersado lejos del punto donde estábamos y se pudo escuchar el barullo que les da nombre a estas aves migratorias. Aunque no son especialmente “charlatanes” con respecto a los Varilleros Congo, que cantan más fuerte. El canto de estos bichos es más agudo, sostenido y modesto. Es cierto que no parecen quedarse callados nunca. Pero su canto no tiene ninguna particularidad.

El plumaje recesivo, idéntico entre macho y hembras, es más sencillo y visto de lejos puede llegar a confundirse con pajaritos semilleros. Mistos, Jilgueros, pichones de Chingolo o incluso Gorriones —aunque no deberían verse muchos por la zona— pueden desorientar. Los Charlatanes tienen pico y patas rosas, algunas estrías en el pecho, espalda gris y una ceja amarilla que contrasta con frente oscura.

Para buscarlo, existen alrededor de los “Bañados Arundinicola” dos caminos que salen de la Ruta Provincial 1: uno más al norte que atraviesa arrozales y uno más al sur —cruzando una tranquera que puede llegar a estar cerrada con candado— que va por zonas de pastoreo. Otra opción que parece confiable figura en eBird como “Bañados de Ruta 73”. En general, a partir de ese punto hacia el norte, toda la costa oeste del Paraná tiene registros de Charlatán.

Mientras nos íbamos, satisfechos por nuestra expedición, salió a darnos la despedida otro animal que nos recordó que no todo son aves. Al costado del camino nos cruzamos una enorme Ñacaniná de Bañado (Hydrodynastes gigas). Según su nombre científico, es “la mayor de las dueñas del agua” y su actitud la hace merecedora del título. Pudimos comprobar algo que habíamos escuchado: que es una serpiente agresiva que no tiene problema en dar batalla. En este caso, ¡le hizo frente nada más y nada menos que al coche! Levantó su cabeza y apretó su cuerpo para verse más grande. Cuando vio que no éramos una amenaza, se escabulló entre las plantas y regresó al agua.

Volviendo a los Charlatanes, recomiendo aprovechar las últimas semanas de febrero o las primeras de marzo para ir a buscarlo. Verlo y tener sus bandadas volando por encima es un espectáculo. Aunque esté catalogado globalmente como “preocupación menor” (y amenazado a nivel nacional), no deja de ser un bicho que peligra por el uso de agrotóxicos, la pérdida de hábitat y la caza. Además, como todas las aves que recorren anualmente todo el continente, es una especie de maravilla natural.

Podés encontrar más crónicas del autor en: https://avesengeneral.substack.com/

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Pablo Richter dice:

Muy linda crónica Juan. Sin dudas un bichazo

01/04/2025 21:11
Jorge La Grotteria dice:

Espectacular forma de plasmar la experiencia!!! fui hace muchos años y me dieron ganas de volver!!!

01/04/2025 21:24
María Alejandra Sosa dice:

Muy linda nota que te hace imaginar todo lo que vivenciaste!! Hace tiempo que decimos con Jorge de ir a buscarlos, es una especie que yo todavía no conozco... El año que viene será!

01/04/2025 21:36
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