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Por: María Alejandra Sosa
Publicado el 24 de marzo de 2025
Comentarios: 8
Comunicación #1, visitas #734Crónica de un viaje a la Antártida y las Islas Malvinas con la observación de aves como objetivo principal, y el descubrimiento de los paisajes y la vida silvestre en estos remotos destinos. Una experiencia que combina aventura y conexión con la naturaleza.
Para los observadores de aves, el viaje a la Antártida y las Islas Malvinas representa uno de los sueños más anhelados, pero también uno de los más difíciles de alcanzar. Conocer las especies que habitan esos entornos tan remotos y espectaculares, a pesar de los obstáculos que se presentan en el camino, desde las inclemencias del tiempo hasta la logística compleja, es una aventura en sí misma. Las emociones que se experimentan al contemplar la vida silvestre que habita estas tierras hacen que cada esfuerzo valga la pena, convirtiendo este viaje en una experiencia inolvidable para cualquier amante de las aves.
Cumplir este sueño fue lo que nos motivó a Jorge La Grotteria y a mi a buscar la manera de lograrlo. Después de años de planificación y búsqueda, encontramos una opción que nos llevaría a ambos destinos: un crucero cuyo itinerario incluía Argentina, Uruguay, Chile, Islas Malvinas y la Península Antártica. Aunque este barco no era el convencional para la observación de fauna en esas zonas, nosotros, como observadores de aves, disfrutamos cada especie que se aparecía a lo largo del recorrido. Este escrito busca ser una breve reseña del viaje y un recuento de las especies de aves más notables que registramos en todo el trayecto.
El viaje comenzó el 16 de febrero de 2025 desde la Terminal de Cruceros en Buenos Aires. Zarpamos al atardecer y, a través del Río de La Plata, nos dirigimos rumbo a Montevideo, Uruguay, donde llegamos el 17 de febrero. Allí, nos recibieron las Gaviotas Cocineras (Larus dominicanus) en el puerto, y al descender, recorriendo el Puerto Viejo hasta la costanera, observamos aves comunes de la zona, como un Zorzal Colorado (Turdus rufiventris), Palomas Domésticas (Columba livia), Biguáes (Nannopterum brasilianus) y Gaviotas Capucho Café (Larus maculipennis). Al atardecer, zarpamos de Montevideo rumbo a Puerto Madryn, Argentina.
El día siguiente, 18 de febrero, fue día de navegación por el Mar Argentino, así que la emoción de poder observar las primeras aves pelágicas del viaje nos motivó a salir a cubierta a las primeras horas de la mañana. El mar estaba tranquilo y la temperatura agradable. Sorprendentemente, el trayecto fue muy cerca de la costa, así que observamos las especies más comunes para una salida pelágica: Pardelas Cabeza Negra (Ardenna gravis), Petreles Barba Blanca (Procellaria aequinoctialis), Albatros Pico Fino (Thalassarche chlororhynchos), Albatros Ceja Negra (Thalassarche melanophris), entre otros.
Arribamos a Puerto Madryn el 19 de febrero. Fue un día caluroso y soleado donde solo recorrimos la costanera. Decenas de Gaviotines Sudamericanos (Sterna hirundinacea) nos recibieron en el puerto, y sobre la costa se hallaban Gaviotas Cocineras, Gaviotas Capucho Café, y Cormoranes Imperiales (Leucocarbo atriceps). Al finalizar el día, volvimos a zarpar con dirección sur, rumbo a Punta Arenas, Chile.
El 20 de febrero fue un día completo de navegación con rumbo sur. Bordeamos nuevamente las costas argentinas, con un mar tranquilo, pero las temperaturas fueron levemente más bajas en concordancia con las latitudes. Si bien las especies fueron las mismas que en el recorrido costero del 18 de febrero, aparecieron otras especies que para nosotros fue emocionante observar, como los Albatros Reales del Sur (Diomedea epomophora) y los primeros Priones Pico Fino (Pachyptila belcheri).
Llegamos a Punta Arenas el 21 de febrero. El día empezó muy temprano navegando el paisaje del Estrecho de Magallanes entre Cormoranes y Gaviotas. A media mañana llegamos al puerto y decidimos realizar una excursión hacia Isla Magdalena. Esta isla es un buen punto para cualquier observador de aves, sobre todo amante de los pingüinos, ya que es famosa por albergar una de las colonias más grandes de Pingüinos Patagónicos (Spheniscus magellanicus), que anidan allí entre septiembre y marzo. Tiene un sendero donde se puede caminar durante una hora entre los pingüinos, observándolos desde cerca, generando una linda experiencia. Además de los pingüinos, en la isla nidifican otras aves marinas, como Gaviotas Cocineras, Escúas Comunes (Catharacta chilensis) y Cormoranes Imperiales, y se pueden observar aves más pequeñas como Playeritos Rabadilla Blanca (Calidris fuscicollis), Chorlitos Pecho Canela (Charadrius modestus), Camineras Patagónicas (Geositta antarctica) y Remolineras Araucanas (Cinclodes patagonicus), agregándole a la isla más vida y diversidad. La Isla Magdalena, como refugio para estas especies, la convierte en un buen destino para los observadores de aves que visiten la región. Al atardecer, partimos de Punta Arenas recorriendo lentamente el Estrecho de Magallanes, donde nos acompañaban las ballenas con sus soplidos, los cormoranes, las Escúas, los Pingüinos Patagónicos y las Gaviotas.
El 22 de febrero comenzamos ya en Mar Argentino rumbo a las Islas Malvinas. El mar estaba tranquilo, pero las temperaturas eran más bajas. Pasamos todo el día de navegación disfrutando de las aves. La parte más emocionante fue cuando nos acercábamos a las islas. Cientos y cientos de Priones al atardecer nos deleitaban la vista. Los Paíños Dorso Gris (Garrodia nereis) nos sorprendieron por primera vez y eran todo un desafío para la observación y fotografía, ya que con su pequeño tamaño, su color claro y sus rápidos movimientos al ras del agua, se perdían entre las olas. Los Albatros Ceja Negra, una de las especies más comunes del Mar Argentino, nos acompañaron durante todo el trayecto, siendo aún más comunes cerca de las islas, donde se encuentra una de sus colonias reproductivas.
El 23 de febrero fue un día lleno de emociones. Amanecimos desayunando mirando las Islas Malvinas, descendimos del barco y pusimos nuestros pies en esas tierras, caminándolas. Conocer sus aves, sus plantas, sus aguas, sus vientos. Nos recibieron los Quetros Malvineros (Tachyeres brachypterus), siempre de a pares, en las costas. Una pequeña bandadita de Patos Crestones (Lophonetta specularoides) también nos acompañaron. Cauquenes Comunes (Chloephaga picta) caminaban en las calles de Puerto Argentino. Decidimos hacer una excursión que le daba importancia a la naturaleza de las islas. Empezamos descendiendo en Whalebone Cove, una pequeña bahía donde se encontraba el naufragio Lady Elizabeth, un barco de carga que se hundió en 1914 y es conocido porque su estructura se ha mantenido relativamente intacta a lo largo de los años. Allí avistamos especies conocidas por nosotros, pero que se convirtieron en nuestros primeros registros para las Islas Malvinas: Dormilonas Cara Negra (Muscisaxicola maclovianus), Chorlitos Doble Collar (Charadrius falklandicus), Ostreros Australes (Haematopus leucopodus) y Chorlitos Pecho Canela. Además, oímos una Cachirla Común (Anthus correndera) en la pradera aledaña. También se encontraban varios Quetros Malvineros. Continuando el sendero, aparecieron otras aves, como Carancas (Chloephaga hybrida), Garzas Brujas (Nycticorax nycticorax), Cauquenes Comunes, Ratona Aperdizada (Cistothorus platensis), más dormilonas cara negra y más quetros malvineros. El recorrido nos llevaba a Gypsy Cove, un lugar que nos sorprendió a la vista por el color caribeño increíble del agua, un caribe austral. Allí, en las blancas arenas, caminaban unos Pingüinos Patagónicos, y a metros del sendero, se encontraban otros tantos pingüinos muy quietos, mudando su plumaje. Luego de contemplar esos paisajes, continuamos caminando, y nos volvió a sorprender el paisaje con Yorke Bay, una bahía mucho más grande con los mismos tonos aguamarina de las playas, con arenas blancas, y una pareja de Pingüino Rey (Aptenodytes patagonicus) durmiendo. Terminamos el día con la imagen de esos paisajes soñados y con las emociones que nos significó recorrer un pedacito de las Islas Malvinas. Volvimos al barco, y al zarpar, siguió nuestra observación de aves. Nos encontramos con una gran colonia de Pingüinos Papúa (Pygoscelis papua) en una playa de las islas, y los Albatros Ceja Negra, Pardelas Oscuras (Ardenna grisea) y Petreles Gigantes Comunes (Macronectes giganteus) nos acompañaban rumbo sur.
El 24 de febrero comenzaba con otras emociones diferentes a las de las Islas Malvinas: saber cómo se iba a sentir atravesar el famoso Pasaje de Drake o Mar de Hoces, ese mar que separa América del Sur de la Antártida y que es famoso por ser de las aguas más tormentosas del planeta. Para sumarnos una nueva sorpresa, el paso fue muy tranquilo, poco viento, pocas olas, pero el mar nunca deja de sorprendernos. Dos jóvenes Albatros Errantes del Sur (Diomedea exulans) se presentaron ante nosotros por primera vez, llenando el corazón de todo observador de aves, reviviendo esa famosa frase que dice: “Ahora pertenezco a un culto superior entre los mortales, he visto al Albatros”, no por sentirse uno superior, sino por quedar maravillados ante la presencia de una de las aves más grandes del mundo que vive en semejante ambiente y que pocos en el planeta tienen la dicha de ver con sus propios ojos. Al gigante Albatros Errante lo acompañaban pequeños Petreles Collar Gris (Pterodroma mollis), Priones Pico Ancho (Pachyptila desolata) y pequeñísimos Petreles de las Tormentas (Oceanites oceanicus) y Paíños Vientre Negro (Fregetta tropica). El cruce del Pasaje de Drake fue muy tranquilo para nosotros en cuanto a olas y viento, sumado a que el tamaño del barco hizo que el movimiento se sintiera menos, pero fue muy entretenido y movido en cuanto a las especies de aves observadas.
El 25 de febrero fue uno de los días más emocionantes, junto al día de las Islas Malvinas, ya que amanecimos navegando las aguas de la Península Antártica. Decidimos salir a cubierta con las primerísimas luces del día, y nos sorprendió una bandada pequeña de Petreles Dameros (Daption capense), una de las especies pelágicas más hermosas con sus colores blancos y pardos oscuros contrastantes. Las aves seguían la estela del barco y nos acompañaban danzando en el aire, cada tanto posándose en el agua, para luego retomar vuelo. Un espectáculo para cualquiera, no solo para los observadores de aves. En el camino hacia Isla Elefante empezaron a verse los primeros témpanos de hielo, dándole realidad al sueño antártico. El aire cada vez más frío, pero las aguas siempre tranquilas, los paisajes cambiantes de la Antártida, entre cielos nublados y soleados, con copos de nieve cayendo por cortos instantes. En el recorrido antártico no se descendía del barco, sino que se hacía lo que se llama “crucero escénico”, recorriendo los lugares a muy baja velocidad, dando tiempo de contemplar los paisajes y los animales.
Ya en Isla Elefante, la primera parada fue en Point Wild, donde nos narraban la historia de Ernest Shackleton, su famosa expedición a la Antártida entre 1914-1917, y su historia de supervivencia después de que su barco, el Endurance, quedara atrapado en el hielo y se hundiera. Allí, también se encontraba una gran colonia de Pingüinos de Barbijo (Pygoscelis antarcticus), y para nuestra sorpresa, se acercaron no solo uno, sino dos Petreles Gigantes Comunes de morfo blanco. No pensamos que iba a ser tan fácil observar ese morfo que es casi exclusivo de la Antártida, así que nuestra aventura en busca de las aves antárticas a bordo de un barco poco convencional para este tipo de actividades, dados su gran tamaño y altura, comenzó siendo mágica.
La segunda y tercera parada en Isla Elefante fueron más fugaces, pero siempre manteniendo la baja velocidad de navegación, primero pasando por Cape Valentine y terminando en Cape Lookout, para retomar rumbo sur bordeando la Península Antártica y atravesando el Estrecho de Bransfield y el Estrecho de Gerlache. En el trayecto nos dejaron los Petreles Dameros, pero se sumaron los hermosos Petreles Plateados (Fulmarus glacialoides) acompañando de la misma manera al barco. Nos sorprendieron los Petreles de las Nieves (Pagodroma nivea) con su pequeño tamaño, bailando sobre las olas como los Petreles de las Tormentas, brillando en un paisaje tan blanco como ellos. Los Albatros Manto Claro (Phoebetria palpebrata) nos sorprendieron, después de tanto desearlos, ahí estaban, con apariciones fugaces pero suficientes para admirarlos. Los témpanos de hielo, con sus colores profundos e indescriptibles y formas siempre diferentes, también acompañaban el trayecto. Estábamos navegando por la Antártida y observando sus aves, y ni nuestros ojos ni nuestros corazones aún lo podían creer.
El 26 de febrero tenía como destino Bahía Paraíso, uno de los lugares más hermosos de la Antártida, dicen. Y sí que lo era. Montañas manchadas de blancos níveos y marrones, témpanos de hielo gigantes, pequeños fragmentos de hielo flotando al ritmo del agua. “Hay que mirar los hielos, porque los pingüinos siempre están posados ahí arriba”, decía. Un Pingüino Papúa, dos Pingüinos Papúa, decenas de Pingüinos Papúa aparecieron, no solo sobre los hielos, sino también nadando. Aparecieron también las primeras Gaviotas Cocineras en Antártida, Escúas Subantárticos (Catharacta antarctica) y Escúas Polares (Catharacta maccormicki) y Paíños Vientre Negro. Y si mencionamos los mamíferos, los Lobos Marinos de Dos Pelos Antárticos (Arctocephalus gazella) eran muy comunes descansando sobre los hielos, y las Ballenas Jorobadas (Balaenoptera novaeangliae) con sus soplidos ponían un poco de sonido a ese silencio profundo.
Bahía Paraíso no decepcionó ni con su paisaje ni con su fauna. Decenas de Pingüinos Papúa, Gaviotines Antárticos (Sterna vittata), Cormoranes Antárticos (Leucocarbo bransfieldensis) y Gaviotas Cocineras daban vida al trayecto, las Ballenas Jorobadas daban un show frente a nosotros, y una Foca Cangrejera (Lobodon carcinophaga) nos miraba rechoncha mientras el recorrido nos mostraba las bases científicas Presidente Gabriel González Videla, perteneciente a Chile, y la Base Antártica Brown, perteneciente a Argentina. Se terminaba el día retomando el rumbo norte, no sin antes despedirnos de los Albatros Cabeza Gris (Thalassarche chrysostoma) y de los gigantes témpanos y glaciares.
El 27 de febrero nos esperaba con la vuelta hacia el continente sudamericano atravesando el Pasaje de Drake. ¿Nos mostraría sus aguas tormentosas esta vez? La respuesta fue “no”. Otra vez tranquilo, con un poco más de olas y viento que la vez primera, pero no lo suficiente como para conocer su verdadera fama. Vuelta suave, con el frío polar convirtiéndose cada vez más en ese frío conocido para nosotros, rumbo al puerto de Ushuaia. Las aves presentes fueron los Petreles Collar Gris, Priones y Albatros Cabeza Gris. El día terminaba aun atravesando el Pasaje de Drake, y nos dejaba un atardecer de ensueño.
El 28 de febrero empezábamos el día desayunando y contemplando la ciudad de Ushuaia. La navegación había terminado, y como Ushuaia ya era territorio conocido para nosotros, dimos una corta caminata por su costanera para registrar las aves comunes del lugar, como las Gaviotas Grises (Larus scoresbii), Gaviotas Cocineras, Carancas, Cormoranes Imperiales, Gaviotines Sudamericanos y Remolineras Araucanas. Luego, decidimos disfrutar un poco de las comodidades del barco, ya que nuestro viaje fue netamente de observación de aves, y la cubierta se convirtió en nuestro lugar favorito.
Sin dudas, este viaje fue la realización de un sueño, el sueño de todo aventurero y de los observadores de aves y fauna. A pesar de los desafíos y el esfuerzo que implicó, cada momento valió la pena. Estar atentos a las posibilidades, investigar y conocer las opciones que nos llevaron hasta allí fue fundamental. Aunque el barco no era exclusivo para la observación de fauna antártica, compartimos la emoción con otros viajeros que, como nosotros, buscaban avistar esas aves que se convirtieron en "lifers". La experiencia de ver ballenas a escasos metros y contemplar paisajes impresionantes nos dejó recuerdos imborrables. Con estas palabras, buscamos transmitir un poco de lo vivido y dar a conocer que existen opciones más alcanzables para vivir el Mar Argentino, las Islas Malvinas y la Antártida, así como sus aves y mamíferos. La gran altura de la embarcación puede ser una desventaja, pero si uno va dedicado a esto, los animales se ven, y eso es lo que importa: verlos, observarlos y conocerlos. Esperamos que este relato inspire a otros a seguir e insistir en la realización de sus propios sueños de aventura y observación de aves, y a apreciar la belleza de la naturaleza en su máxima expresión.
Para ver todas las especies registradas durante el recorrido completo: https://www.ecoregistros.org/site/checklist.php?id=5639
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Una experiencia especial, para recordar toda la vida!!! me gustó muchísimo como quedó la narración del día a día!
Excelente relato Alejandra te felicito, gran aventura compartida con Jorge, abrazo para ambos.
Buenísimo el relato! Increíble el viaje! Felicitaciones! Gracias por compartir y hacernos viajar con la imaginación! Excelente la idea!
Desde ya ¡Muchas gracias por permitirme compartir este maravilloso viaje! cosa que, de otra manera, jamás podría hacer. No puedo llamarme, ni por arrime, “observadora de aves”, pero sí fui, soy y seré, mientras viva, ¡amante incondicional de la naturaleza! Ahora voy a disfrutarlo, lentamente, maravillándome con cada detalle, ¡gracias a ustedes!
Emocionante relato, vivido en cada palabra como propio. Me hizo estar en sus ojos durante los minutos de lectura. La conjunción de fauna y paisajes de Argentina es una excelente aventura soñada. Felicitaciones por este gran viaje.
Los felicito, maravillosa aventura y un destino al que le vengo poniendo esfuerzo para poder realizar.
Que hermosa experiencia !!! Gracias por compartirla con tan buen relato y fotos
Qué viaje soñado se mandaron! Cuántos lifers habrán tenido en esos lugares remotos. Disfruté del relato y las buenas fots.
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Jorge La Grotteria
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